Valparaíso, 25 de junio de 2015.
Sus 37 años a la cabeza del Jardín Infantil del Serviu de Valparaíso respaldan a la Tía Doris como una voz válida al momento de opinar por la contingencia social, más cuando el tema de los jóvenes se impone hoy en la agenda ciudadana. Doris Martínez Estay está lejos de ser un médico especialista en extraer nódulos mundanos que enferman a las sociedades, pero sí tiene la experiencia para afirmar, a sus 62 años de edad, que Chile atraviesa por un momento “delicado” en materia de relaciones humanas y de educación cívica: “Hay imprudencia, demasiada frustración e intolerancia”.
Asevera esta educadora de párvulo que los hechos ocurridos entre Carabineros y estudiantes en Valparaíso no son un hecho aislado. Es el síntoma de una enfermedad. “Ya ve lo que ocurrió con este muchacho que le disparó a dos jóvenes en la plaza Victoria. No creo que él haya despertado ese día con ganas de matar. Ese día se formó una tormenta perfecta en Valparaíso que terminó con dos estudiantes muertos y con un joven en la cárcel. Este tipo de situaciones se da porque hoy la intolerancia reina en Chile, y eso es lamentable, porque estos muchachos también fueron niños… Niños como los que tuve en el jardín. Son víctimas de dos cosas: la primera, la dejación de sus mismos padres; y la segunda, el desprecio de una parte de la sociedad… De una sociedad implacable…por todos lados se percibe violencia”.
Tía Doris apunta a la responsabilidad de las familias, de la sociedad frente a los niños, a la falta de tolerancia entre los adultos, la presente descalificación en el lenguaje que marca a los niños y niñas; existe, en suma, la necesidad de reconocernos nuevamente como una comunidad y no sólo individuos. La responsabilidad entre todos, sostiene la educadora de párvulos.
TIEMPOS DIFÍCILES
Recuerda que “Chile vivió tiempos difíciles. Cuando se creó el jardín infantil Serviu estábamos en plena dictadura militar”. Aun así el liderazgo del equipo de educadoras de párvulos permitió generar un sello diverso, integrador, donde los hijos de los funcionarios del Serviu y Minvu, sin importar su calidad contractual o estamento, formaron una comunidad de niños tolerante y fraterna.
“En eso fuimos vanguardista, ya que nosotros recibíamos a todos los hijos de los funcionarios del Servicio y del Ministerio de la Vivienda. Éramos una gran familia. Imagínese que comencé con treinta niños. Era un servicio para los funcionarios. Se daba una relación muy fuerte porque además de colegas, compañeros de trabajo, eran apoderados, sin importar puestos, jefaturas e ingresos. Algo maravilloso”.
En ese contexto, Doris Martínez considera que “yo fui el eslabón de esa cadena familiar, porque nuestro objetivo era que los padres trabajaran tranquilos durante sus ochos horas de labor. Nosotros cuidábamos a sus hijos desde las 8 de la mañana hasta las cinco de la tarde”.
Era tan bueno el nivel de este jardín infantil Serviu, asevera esta educadora de párvulo titulada en la Universidad de Chile, que “nuestros pequeños recibían alimentación y se les proveía de uniforme. ¡Y era alimentación completa! Además los niños tenían un nutricionista que planificaba las minutas para que las manipuladoras las ejecutaran en los almuerzos, las colaciones”.
Consultada la Tía Doris cómo se sostenía económicamente este jardín infantil, respondió que “el Serviu (Servicio de Vivienda y Urbanización) tenía un ítem para mantener esta casa, porque era nuestra casa. Por lo tanto, todo lo recibíamos del servicio: la alimentación, la infraestructura, el material de aseo, el vestuario de los niños, etcétera”.
ELITE DE JARDINES
“La verdad es que éramos la elite de los jardines infantiles fiscales”, confiesa entusiasmada Doris Martínez cuando recuerda cómo funcionaba esa unidad de cuidado y formación. “Éramos un jardín infantil vanguardista, como se dice ahora. Qué lástima que no se replicara este modelo en otras reparticiones. Teníamos hasta un pediatra que atendía mensualmente a los niños”, expresa sonriente.
En relación al aporte que los funcionarios hacían para el mejor funcionamiento de este jardín, cuenta que “en ese entonces el apoderado cancelaba una asignación familiar, que si mal no recuerdo en ese tiempo eran de 3 mil pesos. Se les aplicaba un descuento por planilla, que era la asignación familiar de los padres. Era el aporte de los funcionarios-apoderados: no tenían que aportar nada más”.
No obstante, rememora la Tía Doris, “con el tiempo se fueron rebajando los ítems para el jardín, entonces fuimos apoyando solamente en la parte alimenticia, que era lo más importante para nosotros”.
MUNICIPIO
Doris Martínez precisa que en 1979 el Jardín Infantil del Serviu funcionaba en la calle Independencia con la avenida Francia. “En ese lugar estuvimos largos años. Posteriormente se hizo un convenio entre la Municipalidad de Valparaíso y el Serviu para instalarnos en los terrenos municipales del parque El Quintil, en la subida Santos Ossa. Entonces se implementó un jardín en conjunto con el municipio mediante el convenio de que ellos ponían el terreno y el Serviu toda la parte estructural”.
Agrega al respecto que “asistían tanto hijos de funcionarios municipales como del Serviu. Atendíamos 90 niños y éramos quince tías, entre educadoras de párvulo, asistentes de párvulo, manipuladoras y auxiliares de servicio”.
Sin embargo, prosigue, “este convenio se terminó hace tiempo con el municipio. Se regresó al antiguo sistema, por lo mismo el jardín se instaló en la casa de huésped del Serviu, ubicado hasta hoy en la calle Capilla, en el cerro Alegre”.
TERREMOTO
Tía Doris recuerda un acontecimiento importante. “Por efecto del terremoto del 27 de febrero del 2010, tuvimos que trasladarnos, por daño de infraestructura, a una de las oficinas del Serviu, situada en el edificio Nautilus de Valparaíso. Era curioso ver una oficina llena de niños jugando y aprendiendo en medio de las funciones cotidianas del Serviu. Fue una experiencia notable; muy bonita”.
No obstante, el hito que más emociona recordar la Tía Doris es el hecho de que “hubo funcionarias que tenían a nuestro cuidado sus hijos, quienes, pasados los años, crecieron, estudiaron, se titularon y terminaron trabajando también en el Serviu y el Minvu. Es más, siempre destaco el caso de Pablo Hurtado: él es arquitecto del Minvu y fue párvulo de este jardín… y ahora él tiene a sus hijos en nuestro jardín. ¡Es maravilloso!”.
Hace unas semanas padres y madres del SERVIU y MINVU realizaron una emotiva despedida a Tía Doris, quien deja un Jardín con un sello de integración social y diversidad cultural en manos de un equipo de profesionales especializado y con esta historia que es relevante contar.